Columna: Mayra Núnez
El mariscal François Bazaine llega a México en octubre de 1863, con amplios poderes políticos y militares, su misión es defender los intereses de Francia y apoyar en el imperio a Maximiliano de Habsburgo y a Carlota que llegaron a la capital mexicana en junio de 1864.
Para recibir a los nuevos emperadores Bazaine les ofrece un gran baile de bienvenida, ahí fue donde vio por primera vez a una jovencita que le encantó.
Josefa Peña y Azcárate, tenía 17 años, su tía Juliana era la viuda del expresidente Manuel Gómez Pedraza y su abuela era una dama de la alta sociedad mexicana. El flechazo fue inmediato el mariscal de 54 años y Pepita de 17 años se casaron al año de haberse conocido.
Sus padrinos los emperadores Maximiliano y Carlota de regalo de bodas le obsequiaron el Palacio de Buenavista actualmente Museo Nacional de San Carlos.
En las temporadas que los emperadores se ausentaban Pepita era la segunda dama del imperio no había nadie más arriba que los Bazaine.
En 1867 Napoleón III dio instrucciones de retirar las tropas francesas de México. Así que el matrimonio Bazaine decidió ir a vivir a Francia donde fueron muy bien recibidos por Napoleón III y Eugenia de Montijo.
Pero en 1870 la situación del mariscal cambio al venir la guerra Franco - Prusiana, en su calidad de comandante en jefe del ejército vivió la derrota francesa que le costó la corona a Napoleón III, Bazaine fue enjuiciado, acusado y condenado a muerte.
Su esposa Pepita logró que el presidente francés cambiara la pena de muerte por 20 años de cárcel. El gran amor que sentía Pepita por él mariscal la hizo que planeara un plan muy audaz de fuga. Logró que su marido se descolgara con una red por el muro de la fortaleza mientras tanto ella y un sobrino que pudo convencer para que la ayudara esperaban en un pequeño barco que habían rentado en Génova.
Tras la fuga la familia huye a Londres y después a Madrid. La vida les resulta difícil en España, ahí vivieron el exilio y la pobreza por varios años. Pepita decide regresar a México para recuperar la propiedad del palacio, no lo pudo hacer porque nadie le prestó ni la más mínima atención, para ese entonces ya estaba El Porfiriato.
Con la venta de la casa de su madre pudo enviar dinero a su esposo. A Pepita se le complicó mucho regresar a España y Bazaine murió en septiembre de 1888 sin volver a ver a su Pepita, le escribió su última carta en donde le decía “Nunca he dejado de amarte un solo momento”.
Pepita Peña terminó sus días en una casa de salud de Tlalpan con la tristeza de no haber acompañado a su esposo en los últimos instantes de su vida y lejos de su familia.
El sueño monárquico se había esfumado y lo único que permanecía eran las tres cruces que señalaban en el Cerro de las Campanas de Querétaro, el lugar de la ejecución de Maximiliano, Miramón y Mejía.
“Lo importante de contar historias verdaderas es darles luz a personas, a la experiencia humana y dar sentido a eventos que a veces no tienen sentido”
Mayra Nuñez Perea.
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