Miguel Tirado Rasso
Las mañaneras sirven de gran
apoyo y promoción a Morena y su
candidata, y de combate y descalificación
a todo el que no esté con la 4T.
El pasado día 7, inició formalmente el proceso electoral de 2024, “los más complejos comicios de la historia reciente”, como los calificara la consejera presidenta del Instituto Nacional Electoral (INE), Guadalupe Taddei. Y es que, no solo se trata de las elecciones con el mayor número de cargos de representación popular en juego y de que en todas las entidades de la Federación habrá actividad electoral, sino que, además, esto se da en un contexto de cierta rebeldía, por decir lo menos, a someterse a los mandatos de la legislación electoral, por parte de autoridades gubernamentales y actores del proceso.
En este proceso se elegirán más de 20 mil cargos (20,263, INE). A nivel federal, la Presidencia de la República, 500 diputados y 128 senadores al Congreso de la Unión. Ocho estados renovarán gubernaturas (Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán) y la CDMX, la Jefatura de Gobierno. En 31 estados elegirán diputados locales (excepto Coahuila), y, en 30, celebrarán elecciones municipales (excepto Durango y Veracruz); la CDMX, renovará sus 16 alcaldías.
El padrón electoral suma 98 millones de electores, 10 millones más que el de la elección de 2018. El INE calcula el costo de esta elección por arriba de los 9 mil millones de pesos, dos mil más que la de hace seis años. Se instalarán poco más de 170 mil casillas, con una participación aproximada de 850 mil funcionarios atendiendo a los votantes, según informó el INE.
Pero quizás la mayor preocupación para las autoridades electorales no está en la organización y operación del proceso, algo que el Instituto ha probado, con creces, hacerlo con eficiencia. El tema delicado está en el contexto en que se ha venido realizando este proceso fuera de las formas, tiempos y etapas que establece la ley electoral. Porque si bien, conforme a la ley, el INE dio el banderazo de arranque del proceso en días pasados, la realidad es que, desde hace dos años, en Palacio Nacional se decidió iniciar, de manera muy anticipada, el ritual del proceso de la sucesión presidencial, con el destape de las corcholatas, esto es, de los aspirantes del partido oficial a la silla del Águila.
Como se ha señalado con anterioridad, la legislación electoral se reformó, a petición de la entonces oposición, el PRD, que reclamaba interferencia del gobierno en el proceso electoral, condiciones de inequidad y falta de piso parejo. Atendiendo a estos reclamos, se hicieron ajustes a la ley que ahora se ven absurdos y excesivos, y hay resistencia para ser acatados. De hecho, no se respetan y esto ha colocado en una difícil posición a la autoridad electoral, a la que no le queda más que emitir medidas cautelares que resultan infructuosas ante el desdén presidencial.
Resuelto el destape de la candidata oficial de Morena, bajo la simulación de un cargo interno partidista, Coordinadora de los Comités de Defensa de la 4T, Claudia Sheinbaum, continua su placeo de autopromoción por el país, en una tercera etapa extraoficial de no campaña. Y por si existiera alguna duda del carácter con el que recorre el territorio nacional, el jefe del Ejecutivo le entregó el bastón de mando, que, para efectos prácticos, manda un claro mensaje de su voluntad política en el tema de la sucesión presidencial.
A diferencia de sus antecesores que procuraban ocultar, sin mucho éxito, por cierto, el ejercicio del dedazo, y buscaban mantener un clima de confusión y desconcierto entre los aspirantes, al presidente Andrés Manuel López Obrador no le preocupó dejar muy claro, desde el principio, quién era su favorita. Nada de señales encontradas que pudieran desorientar a los encuestados. Y para rematar, el simbolismo de la entrega del bastón de mando que confunde al pueblo bueno y sabio hasta llevarlo a suponer que Claudia es la sucesora, al estilo de tiempos pasados en los que, lo era, el candidato del partido en el poder.
El peso de Palacio, en funciones de jefatura de campaña electoral, es abrumador. Las mañaneras sirven de gran apoyo y promoción a Morena y su candidata, y de combate y descalificación a todo el que no esté con la 4T. El INE pretende aplicar la ley y evitar que el primer Mandatario interfiera en el proceso electoral, lo que resulta una tarea prácticamente imposible.
Por lo pronto, le ordenó que antes del inicio de sus conferencias matutinas, publique las disposiciones de ley que le prohíben hacer pronunciamientos sobre temas político-electorales. Como respuesta, el titular del Ejecutivo aceptó incluir el aviso, pero no acatar la prohibición, por considerar que limita su derecho de libertad de expresión y se permitió la licencia de incluir otro aviso con el que tunde a la oposición, resultando el remedio peor que la enfermedad.
¡Vaya desafío para la autoridad electoral!
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