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TEMAS CENTRALES: Ajustarse a la nueva realidad

Por Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx


Si la pandemia del coronavirus nos tiene arraigados y confinados, como medidas necesarísimas y elementales para evitar su propagación y ayudar a preservar nuestra salud, con todo y sus impactos en la vida familiar y social, sus daños colaterales preocupan, y mucho, ante una perspectiva obscura en la economía y en el plano laboral a nivel global, ahora, y aún después de que el Covid-19 esté controlado y concluya la emergencia sanitaria.

En lo que toca a nuestro país, en las últimas tres semanas, las tres calificadoras de riesgos más importantes han bajado la calificación de la deuda de México y de Pemex. Las agencias Moody´s y Fitch, lo hicieron la semana pasada y Standard & Poor´s (S&P), hace poco menos de un mes y, esto, no son buenas noticias.



Para ponerlo en términos sencillos, la calificación crediticia se refiere a la capacidad para pagar la deuda y el riesgo que conlleva la inversión, lo que permite tener una medida sobre la solvencia y riesgos de impago, en este caso, de nuestro país. La degradación de la deuda mexicana significa un golpe para la confianza en toda la economía del país, que no sólo afecta a las finanzas y empresas públicas sino también a las privadas que sufrirán recortes en su calificación crediticia. Además, el país pierde atractivo para los inversionistas, complica su acceso a créditos y los hace más gravosos, entre otras de las consecuencias del recorte.


La actuación de estas tres agencias no siempre ha sido la más atinada ni han estado exentas de escándalos. Su historial registra algunos casos de valoraciones equivocadas con elevadas pérdidas económicas, como resultado, lo que, en algún momento, afectó su credibilidad y prestigio, particularmente en el caso de S & P. Aun así, éstas son las agencias con mayor presencia y, para efectos de nuestro país, las que determinan la calificación de nuestra deuda ante los ojos del mundo, por lo que no podemos hacer caso omiso a sus valoraciones. Pueden no gustarnos sus recetas, pero en el mundo de las finanzas internacionales, estas agencias tienen amplio reconocimiento y sus determinaciones pueden poner de cabeza la economía y las finanzas de un país.


Entre los argumentos expuestos por las agencias para calificar a la baja la deuda soberana mexicana, Moody´s considera que las finanzas públicas de México no son consistentes ni sostenibles en el mediano plazo. Señala que “decisiones de política económica y mensajes encontrados del gobierno han afectado el clima de negocios y la inversión privada.” Como ejemplos menciona la cancelación del aeropuerto de la Ciudad de México, cambios de criterios sobre inversión privada en el sector de la electricidad y en proyectos de energía renovable y gas natural y la reciente cancelación de una planta cervecera en Baja California que, precisa,” vino a dar un fuerte golpe a la confianza de los inversionistas.”


La agencia Fitch, ve para este año, una severa recesión en México, por el shock económico causado por la pandemia de coronavirus, además de otros factores que, estima, han obstaculizado el desempeño económico reciente, con deterioro “en el clima de negocios en ciertos sectores… como el desarrollo de infraestructura”.


A su vez, S & P, habría atribuido el recorte en la calificación soberana de México, al impacto, que prevén tendrá, en nuestra economía, la combinación de shocks del coronavirus en México y en EUA y de la caída de los precios del petróleo, que, observan, complicarán “la ya débil dinámica de la tendencia del crecimiento para 2020-2023 que refleja, en parte, menor confianza del sector privado y el poco dinamismo de la inversión,” según sus propias palabras.


Está claro que, para las tres calificadoras, la política económica que sigue nuestro gobierno no parece ser la más atinada ni suficientes las medidas que se han anunciado para enfrentar la crisis económica generada por el Covid-19. Lo cierto es que las circunstancias del momento han creado una realidad no imaginada hace sólo seis meses, que nada tiene que ver con los cálculos, planes o proyecciones elaborados antes de la emergencia sanitaria.


Si el cálculo de crecimiento económico de nuestro país, para este año, según el Banco Mundial era de 1.2 por ciento (enero 2020), ahora su pronóstico es de una contracción de 6 por ciento (el Fondo Monetario Internacional calcula una caída de 6.6 por ciento), por el impacto del coronavirus, resultando nuestra economía una de las más afectadas en Latinoamérica. Un panorama económico desolador, al que habrá que agregar el drama del petróleo cuya sobreproducción mundial, caída del consumo y falta de recintos de almacenaje han provocado la peor crisis de precios de que se tenga memoria, hasta con cotizaciones negativas.


A esta realidad, que ni el más pesimista hubiera imaginado, habrá que enfrentarse y hacer los ajustes necesarios que permitan amortiguar el impacto y evitar el desplome de nuestra economía que puede llegar a ser el peor de nuestra historia moderna. Existen proyectos que en las condiciones actuales y ante las necesidades y prioridades impuestas por la emergencia sanitaria, tendrán que reconsiderarse y destinar esos recursos a, literalmente, salvar el país.



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