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Remolinos de polvo

Actualizado: 20 dic 2020


A veces andamos desprevenidos y de repente nos encontramos metidos en una conversación poco amigable o entablamos relación con alguna persona cuya principal tarea es quejarse de la vida, los acontecimientos y de lo que sucede en su existencia o, incluso, nos topamos en alguna red social con un comentario insidioso que nos molesta y activa el botón de “contestar para callar bocas”… remolinos de polvo.


Hay personas, situaciones y conversaciones que son como remolinos: te atrapan, no te sueltan y dejan detrás de sí no sólo cabelleras despeinadas. No siempre es claro y evidente lo que son, porque no empiezan como remolinos totalmente formados que a simple vista puedes identificar, sino frecuentemente son apenas ligeros vientos, imperceptibles, y un poco de polvillo que corre en círculo juguetonamente cuando nos topamos con ellos, pero nada más toman velocidad y ¡agárrate!


¿Quién quiere una revolcada de tierra y viento que lo deje hecho un polvorón humano? Nadie, y sin embargo nos enganchamos en conversaciones y situaciones con personas que nos restarán energía, nos dejarán con mal sabor de boca y gastarán nuestro valioso tiempo. ¿Te ha pasado?


Todos conocemos a alguien así, que a su paso deja mentes, corazones y cabelleras revueltas, empolvadas, sucias, inquietas… Le dan aire a la duda, a la incertidumbre, al malestar; saben dónde espolvorear una frase malintencionada, una idea provocativa - aunque sutil-, y cómo echar a volar los miedos y las más íntimas inquietudes, para seguir su camino sin pena ni gloria.


Y si bien pueden existir muchas estrategias para enfrentar situaciones y personas así, ya que está uno metido, lo mejor y más sano sería no participar desde un principio de ello. Así de simple y complicado a la vez. Uno ve venir el remolino y se hace a un lado, sin más.


Se complica no participar ni engancharse por el tipo de relación que tenemos, porque nos falta practicar la asertividad y el uso del NO; porque en ocasiones sí nos gusta revolcarnos tratando de ganar, de demostrar que tenemos la razón, de que sabemos, de que podemos. Intentamos decir “éste soy yo y nadie me va a venir a…”, pero en realidad ¿cuál es la verdadera ganancia de todo esto?


Te propongo que la próxima vez que veas venir el remolino te preguntes ¿vale la pena el gasto de energía que voy a invertir en esto?, ¿qué gano con todo esto? Si tu respuesta es no y nada, corre sin culpa en dirección contraria.

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