Para la Organización Mundial de la Salud, la pandemia amenaza a las familias, al aumentar la exigencia de los padres de familia a las autoridades educativas para que sus hijos regresen a clases, aún ante la inminencia de nuevos brotes que podría ser más letales que las anteriores.
Los estragos del confinamiento en la salud mental de la niñez y la adolescencia son mayores que en los adultos, para lo cual interactúan circunstancias como la edad, escolaridad, presencia de discapacidades, nivel social y hasta enfermedades de los padres, todo lo cual afecta el nivel de estructura y cohesión familiar.
La OMS menciona el alto índice de manifestaciones psicológicas en la adolescencia, que genera problemas conductuales que pueden manifestarse en la alimentación, depresión, irritabilidad e incapacidad para disfrutar de la familia.
Los expertos advierten que esta situación puede desencadenar en tentativas de suicidio, ya que la familia, la escuela y los amigos han dejado de ser los facilitadores de su manejo emocional. El cambio de vida y de rutina familiar, así como la pérdida de un entorno estructurado, ocasionan severos trastornos psicológicos.
Al estar confinados, la niñez y la juventud se refugian en la Internet, lo cual genera incertidumbre sobre su futuro académico y laboral, al tiempo que dificulta las relaciones sociales positivas, además de exponerlos al acoso y al abuso.
La OMS sugiere que los padres busquen ser empáticos con sus hijos y comprenderlos, así como atraerlos para que apoyen en las tareas de casa.
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