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Por un México con mujeres sin violencia


La violencia en contra de las mujeres es una parte de la violencia de género, pero de manera lastimosa, la que tiene mayor impacto a nivel mundial.


A todas y todos nos debe importar, por varias razones, la primera, por el hecho mismo de que una mujer merece respeto y vivir una vida sin violencia como inherente a su naturaleza, por el hecho de ser mujer; en segundo lugar, todos tenemos un ser querido que es mujer, una esposa, una madre, una hija, una hermana, una tía, en fin, una lista interminable de afectos que rodean nuestra vida, está ligada a las mujeres y a quien no le importe por la primera razón, debe importarle por esta segunda.


Este texto, solo constituye un primer esfuerzo por generar de manera general, la difusión de los tipos de violencia que se presentan en una sociedad como la nuestra, la descripción de los ciclos de la violencia en contra de las mujeres con la única finalidad de que contribuya a que las mujeres en general que se encuentren en alguna condición de ser objeto de violencia, busquen ayuda a tiempo, se merecen una vida digna, libre de violencia y por otro lado, quizá existan hombres que al leer este artículo identifiquen y hagan consciente que en algún momento están siendo agresores y deben cesar, quizá en ambos casos, buscando ayuda profesional para encontrar un camino, una vida sin violencia.


Ojalá que quien le esté dando lectura, al final decida compartirlo tantas veces que ayude a que muchas personas intenten solucionar sus problemas de otra manera y que las autoridades responsables de perseguir los delitos, administrar justicia y hacer posible impulsar el diseño de políticas públicas que incidan sobre estrategias efectivas de prevención y sanción de la violencia en contra de las mujeres en este país, que tanto resulta necesario para evolucionar como sociedad, le den la importancia que requiere.


Hace ya algunos años y a mucho orgullo mexicana, la doctora Martha Alicia Tronco Rosas, investigadora del Instituto Politécnico Nacional, lideró un grupo de trabajo y con ello diseñó lo que se conoce como Violentómetro, mismo que ya dio la vuelta al mundo, a partir del cual, se genera una medición que resulta muy oportuna para determinar en qué casos las mujeres deben tener cuidado, en una escala ascendente, la mujer se encuentra en riesgo de destrucción y por último, cuándo la mujer debe pedir ayuda profesional.


El grado ascendente que incorpora surge a partir de bromas hirientes, chantajear, mentir-engañar, ignorar-ley del hielo, celar, culpabilizar, descalificar, ridiculizar-ofender, humillar en público, intimidar-amenazar, controlar-prohibir (amistades, familiares, dinero, lugares, apariencia, actividades, celular, mails y redes sociales), destruir artículos personales, manosear, caricias agresivas, golpear “jugando”, pellizcar-arañar, empujar-jalonear, cachetear, patear, encerrar-aislar, amenazar con objetos o armas, amenazar de muerte, forzar a una relación sexual, abuso sexual, violar, mutilar, asesinar.


Por supuesto que a cualquier conducta que vulnere a una mujer, debe existir cero tolerancias en una sociedad civilizada y en la esfera individual, cada vez y con mayor frecuencia, se deben establecer límites de manera oportuna en cualquier situación que se llegue a presentar con las características descritas.

Los tipos de violencia en contra de la mujer, de acuerdo con especialistas que consulté, se pueden clasificar de manera general en:

a) Violencia física, aquella que entraña algún acto en contra del cuerpo de una mujer, pueden ser golpes, empujones, cachetadas, bofetadas, nalgadas, apretones, es decir, todo aquel acto que genera una agresión, lesión física, daño; ésta la puede producir su cónyuge, concubino, excónyuge, ex concubino o aquel que haya tenido una relación afectiva con la mujer, también el padre, hermano, familiar en general o bien cualquier persona de su entorno familiar, laboral o inclusive social. Este tipo de violencia puede presentarse con la convivencia diaria o no.


b) Violencia psicológica, aquella que entraña desvalorización de la mujer a partir de expresiones verbales o no, conductas, que pueden identificarse como exigencia de obedecer, insultar, amenazar, acosar, aislar, culpabilizar o cualquier manera que entrañe en el ámbito de la mujer algún tipo de restricción en sus libertades, misma que puede realizar alguien que esté ligado a ella por efectos legales, afectivos, sociales, laborales, en todos los casos con la convivencia o no con la mujer y que en muchos casos se traduce en las que se han identificado como conductas de control.


c) Violencia económica, aquella que impide a la mujer tener acceso a recursos económicos o bien algún tipo de benefactor, de manera intencional o algún tipo de discriminación en el sentido de no tener derecho a beneficios a los que tiene el hombre en una relación de pareja. La privación de los recursos o también llamada violencia patrimonial puede generar en la mujer, dependencia hacia el hombre o pareja que le impida tomar decisiones por temor a perder los pocos “beneficios” que le conceden en una relación afectiva, también puede traducirse en limitar el acceso a recursos económicos, lo cual le impide tener vida social o amistades como parte de su desarrollo psicosocial.



d) Violencia política, aquella que es generada de manera común por el entorno social en el que se desarrolla la mujer, que le impide tener acceso a posiciones de representación política, para desempeñar algún cargo electivo, acceder libremente a una candidatura política o bien la limitante para tener acceso en igualdad de condiciones a actividades laborales o salariales, que los hombres de su entorno. En este sentido, el pasado 13 de abril de 2020, se publicó en el Diario Oficial de la Federación, un conjunto de reformas legales que garantizan en una primera instancia que los derechos de las mujeres estarán libres de violencia política, aspecto que poco a poco las autoridades han ido adecuando diversos ordenamientos secundarios, para darle total visibilidad a las reformas señaladas.


e) Violencia y abusos sexuales, considerados, así como aquellos actos que entrañan cualquier actividad de connotación sexual que no sean consentidos por la mujer, acosar, mutilar, ya sea haciendo uso de la fuerza en su contra o mediante intimidación, también mantener relaciones sexuales sin su consentimiento, todo lo anterior, inclusive considerando que sea o no su esposo, pareja, ex pareja sentimental, que tenga o no algún tipo de relación afectiva con el agresor, algún tipo de relación de subordinación por efectos de una relación laboral o bien algún tipo de parentesco. Por supuesto que en este tipo de violencia se considera lamentablemente, a la trata de personas y explotación sexual como una práctica muy común en sociedades como la nuestra.

Se pueden generar actos de violencia de manera compuesta, es decir, aquella que se presenta con dos o más tipos de violencia como la psicológica y la económica e inclusive la física o sexual.

Especial énfasis hago aquí relativo a la violencia en contra de las niñas, dado su alto grado de vulnerabilidad en el que, en muchos casos, se encuentran expuestas desde la infancia y que, sin la atención profesional oportuna, se puede convertir en afectaciones que tendrán gran parte de su vida adulta.

Ahora bien, tratándose de la gradualidad con la que se presentan actos de violencia en contra de las mujeres, regularmente se ha observado que existe algún grado de tolerancia que poco a poco se va incrementando, prácticas de comportamiento que van atentando en contra de su dignidad o de su físico, de sus emociones, de sus sentimientos e inclusive al grado de que el agresor, llegue a atentar en contra de su vida. No debe permitirse que suceda una agresión, ni siquiera en una ocasión, dado que es altamente probable que a partir de ahí sea consentido o tolerado, por con alguna “justificación”, por mantener una relación emocional, una familia “estable”, un ingreso derivado de una actividad laboral o por cualquier otro motivo.


Todo surge, aparentemente en la mayoría de los casos, a partir de lo que especialistas llaman la fase de “tensión”, identificada como aquella en la que el agresor, sea esposo, padre, pariente, pareja, ex pareja, padre de sus hijos, compañero de trabajo, conocido, va acumulando tensión de algún tema que le “molesta” de ella, lo cual en un inicio los involucrados, tanto la mujer como el hombre, consideran que pueden controlar la situación, sin embargo, llegará el punto en el que esos “motivos que le generan molestia al agresor”, se van presentando cada vez con mayor frecuencia generando de manera inesperada una explosión de violencia o agresión o un conjunto de agresiones que van a incidir en la mujer, específicamente en sus emociones, sus sentimientos, en su autoestima, en su físico, traducido en golpes o agresiones sexuales que después de un tiempo de presentarse, se genera una aceptación de que el agresor cambiará, por supuesto, cuando en el límite de la agresión o agresiones, el agresor presenta arrepentimiento y pide perdón argumentando toda clase de excusas que intentan justificar su reprobable comportamiento, demostrando de muchas formas que cambiará, buscará en ese momento regresar a la primera etapa de la relación, lo que coloquialmente se llama la “luna de miel”, sin embargo, todo este comportamiento desde la tensión, la agresión y esta última, constituyen las fases de un ciclo de violencia que será transversal a los tipos de violencia, regularmente en el seno familiar.


En algún momento, las agresiones se van a convertir en la reacción común ante comentarios, opiniones que, de manera irracional, generará una reacción inmediata que cada vez se presentará con mayor frecuencia y la implícita aceptación de la mujer agredida, constituirá la antesala de un daño cada vez mayor, sea emocional, físico o inclusive con el riesgo de perder la vida.


En una sociedad en la que la normalización de la violencia ha ido ganando espacios, donde desde temprano en redes sociales, en medios digitales, en radio, en televisión mucho del contenido que se ve y que se escucha, es violencia, donde diariamente desaparecen mujeres en distintas ciudades del país, donde las autoridades en muchos casos, han sido negligentes en la solución a la problemática que han ido enfrentando cientos de miles de mujeres en este país, lo que corresponde hacer desde la sociedad civil, es procurar difundir ampliamente contenidos que permitan capacitar, orientar y ayudar tanto a mujeres como a hombres, que ayuden a que en la familia, en el trabajo y en diversos círculos sociales, hagamos conciencia de que la violencia no es el camino, hay muchas soluciones para generar un cambio.

Mtro. Antonio Horacio Gamboa Chabbán

Presidente del Colegio de Abogados de América Latina COTAL, AC

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