CULTURA IMPAR
José Manuel Rueda Smithers
Si la perfección fuera un minuto, tú serías la perfección…
Poema hablando de memes, y esta columna explica porqué
Al leer un MUY interesante artículo del joven periodista español, Ricardo Dudda, en la revista ethic, del pasado 3 de enero y que tituló por qué no leer, de inmediato la curiosidad llenó las ansias de las letras por conocer más de esta idea.
“Algunos autores defienden la lectura como un medio en el qué adentrarse en el mundo situado más allá de nuestras fronteras. Pero ¿debemos tomarnos la ficción escrita como un medio para alcanzar la virtud o como un fin con el que disfrutar?” señala el autor que también forma parte de la redacción de la revista Letras Libres, columnista en El País y The Objetive.
Pero su argumento final no tiene desperdicio: “No sé por qué nos acompleja admitir que no leemos. Me encuentro con gente no lectora que me lo confiesa como un pecado y, sin embargo, a nadie se le ocurriría confesar con esa misma vergüenza que no le gusta la pesca submarina, la escalada o las series de Netflix. Y no es que esté comparando esas cosas; es solo que hay algunos lectores que defienden la lectura como si estuvieran hablando de las virtudes de comer fruta o ir al gimnasio.
Cuando un lector defiende la lectura con argumentos así de utilitarios…, tengo la sensación de que no disfruta realmente de la lectura, que la considera un esfuerzo como ponerse a dieta”.
Y hasta ahí la cita de Ricardo Dudda, para quienes -dentro de la Cultura Impar- busquen en su propia mente si están satisfechos con su nivel (hablando en números) y conozcan el por qué toca este tema tan especial.
¿Qué hay en el fondo? una sociedad que pareciera (o así vive) más metida en la información que se recibe por los medios electrónicos, por las redes, por los celulares y la vida cotidiana, que busca cada vez menos palabras para decir las cosas, pero menos contexto para entenderlas. Sin una ideología formal que presione en contra de lo que ahora se considera como una forma natural de vivir,
de sobrellevar los días, saturados de información y con menos comunicación para explicar lo que se quiere.
Sólo por dar un ejemplo, pareciera que el tuiter es la forma correcta para entablar una conversación -o los mensajes vía whats- que hacer una llamada para enriquecer una idea, o al menos, para una felicitación más personal, más propia, dirían los clásicos.
De hecho, las letras que de pronto brincan al autor de esta columna, le libran de la realidad de decir de frente un “te quiero o de dar un abrazo físico” que tanto alimenta el alma.
Y ni hablar de los famosos memes con los que ahora todo el mundo ríe y hace suyos los comentarios o imágenes de desahogo, generalmente de situaciones que ridiculizan a quienes ocupan élites sociales o de poder. Sorprende su explicación en el diccionario: “un meme es un elemento cultural o de comportamiento que se transmite de persona a persona y que se difunde rápidamente con fines humorísticos”, ahora son por internet como recurso expresivo como parte del territorio común digital.
Y solo por dar un toque de cultura, el primer meme del que se tiene historia (y así se le llamó), cumplió ya sus 100 años (1921), y fue considerado como una asociación de expectativa contra realidad. Fue un chiste gráfico en la revista Judge Magazine, que publicó “Cómo crees que luces en una fotografía, contra como luces en realidad”.
¿Alguna idea?
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