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La navidad más triste



Es la última semana de este 2020 y flota en el aire un ambiente distinto:


Esta navidad, miles de familias en México estuvimos de luto. Más de 120 mil familias, de acuerdo con las cifras oficiales, tuvimos un asiento vacío en nuestras mesas debido a esta pandemia provocada por el virus SARS-COVn-2, causante de la COVID-19.


Millones de familias tuvieron una noche muy austera porque se han perdido ya cientos de miles de empleos (un millón de empleos en el sector formal y quizá otro tanto en el sector informal).


Otros miles tuvieron a un familiar enfermo; en el mejor de los escenarios estuvieron en casa, cuidándolo, pero miles otros estuvieron en los hospitales, que están alcanzado sus máximos de capacidad y rechazan ya a muchos enfermos.


Miles más estuvimos en casa, impedidos para poder salir en esta época del año ante el riesgo latente de contagio. Muchos pasamos lejos de nuestras familias estas fechas tan especiales y tan propias para, precisamente, acercar a las familias.


Sin duda ha sido una triste navidad para miles y miles de familias en el mundo, no sé si es la navidad más triste de la historia, pero sí ha sido la más triste de mi vida.


Quizá por eso enoja tanta soberbia.


Soberbia de aquel que es responsable del manejo de esta pandemia. Ese que lo mismo dice una cosa que dice otra; sí, como la Chimoltrufia. Que soberbio e irresponsable, sobre su cabeza penden miles de muertes que pudieron y debieron haberse evitado; sus escenarios mas catastróficos fueron ampliamente rebasados, y ni así fue capaz de reconocer su ineptitud y su incapacidad.


Dijo: “en un escenario catastrófico alcanzaríamos las 60 mil muertes”; hoy, superamos el doble. Si eso no es una clara señal del pésimo manejo de la pandemia, entonces no sé que podría serlo, pero lejos de reconocer su ineptitud, es empoderado para seguir poniendo en riesgo a millones de personas; sus declaraciones, contrarias a las de autoridades sanitarias reconocidas (esas si) mundialmente, sobre el uso del cubrebocas, por ejemplo, o sobre posponer o suspender actividades, le han ganado llamadas de atención públicas en declaraciones ante medios de comunicación mundiales, pero él, simplemente, las demerita con argumentos vanos. No escucha, no ve, no sabe, pero está ensoberbecido. El poder en manos de mentes pequeñas crea esa soberbia, y esa soberbia le hace tomar decisiones basadas en sus erróneos conceptos.


¿Por qué se mantiene al frente a alguien con ese récord? ¿Quién tendría como encargado de una institución a alguien que falla en sus pronósticos mas catastróficos por más del doble? ¡Y más aún cuando se trata de vidas humanas! Estamos hablando de personas. ¿Qué oscuros intereses se esconden detrás de esa decisión?


Hay que aplaudir por eso a los gobiernos locales que han escuchado a sus expertos, a sus asesores en temas de salud pública, muchos de ellos mejor calificados que el actor de televisión en el que han convertido a un payaso que se dice epidemiólogo. De nada valen los títulos académicos ante resultados tan pobres. Es preferible un doctor sensato, sencillo, sin esos aires de rockstar, que para tomar decisiones piense en la población antes que en su popularidad.


Y también es preferible una población que exija gente capaz y preparada al frente de las instituciones, y que no se deje llevar por poses de supuestos expertos que lo único que hacen es ver por su popularidad y por su futuro político.


Ante las "recomendaciones" de estos falsos expertos y lo que ve en el Jefe Supremo, la población ha desbordado cualquier intento de control. Miles de familias hemos perdido a alguien por esa actitud irresponsable y otras miles de familias lo han perdido todo. Por favor, sé responsable y #quédateencasa.

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