El pasado 15 de agosto, las tropas estadounidenses también fueron humillados tras la caída de Kabul en manos de los talibanes e iniciaron la evacuación a marchas forzadas.

1.- Humillación soviética, pesadilla estadounidense Las dos superpotencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial —la Unión Soviética y Estados Unidos— han intentado dominar al pueblo afgano y someterlo a sus propios intereses, y las dos fracasaron.
El 15 de febrero de 1989, las tropas soviéticas salieron humilladas de Afganistán, expulsadas por los muyahidines combatientes de la yihad (guerra santa), en su gran mayoría afganos, pero también procedentes de otros países, principalmente de la vecina Pakistán. En la frontera común, sus habitantes, más que sentirse de uno y otro país, empezaron a identificarse con un grupo surgido de jóvenes aguerridos, los talibanes, vocablo que procede de Talib, que en lengua pashtún signfica estudiante del Corán.
El pasado 15 de agosto, las tropas estadounidenses también fueron humillados tras la caída de Kabul en manos de los talibanes e iniciaron la evacuación a marchas forzadas.
No es la primera vez que un puñado de guerrilleros islamistas pisoteaban el orgullo de la primera potencia. Hace veinte años, esos mismos talibanes que fueron aliados del Pentágono ayudaron a Al Qaeda a planear el mayor ataque terrorista de la historia de EU: los atentados del 11-S
2.- Los “estudiantes” que odiaban a las mujeres La derrota soviética derivó en una guerra civil entre facciones tribales del norte y los talibanes, apoyado esta vez por Pakistán.
Los fundamentalistas volvieron a ganar y en 1996 entraron triunfales en Kabul, donde echaron del poder al líder muyahidín Burhanudin Rabani, uno de los héroes de la victoria frente a los soviéticos. Los talibanes instalaron un régimen de terror del que se inspiró el Estado Islámico años más tarde.
Pronto las mujeres y las niñas notaron el odio y el desprecio que sentían por ellas los talibanes, que las obligaron a desaparecer bajo el burka y crearon una policía religiosa.
Entre otras medidas, impusieron castigos físicos, desde la pena capital en plaza pública a los latigazos o la amputación de miembros por delitos menores; despojaron de cualquier derecho a las mujeres y a las niñas, a las que prohibieron ir al colegio a partir de los 10 años, y erradicaron cualquier expresión cultural (cine, música, televisión) o incluso arqueológica.
En marzo de 2001, los talibanes horrorizaron al mundo con la destrucción televisada de los Budas gigantes de Bamiyán, un patrimonio de la humanidad perdido para siempre.
No lejos de allí, el refugiado más ilustre de los talibanes, Osama bin Laden, anotó en su agenda 2001 una fecha que cambiaría el curso de la historia: 11 de septiembre.
3.- Las Torres Gemelas... que aplastaron a los talibanes. Los atentados del 11-S sacaron bruscamente a Estados Unidos de la fiesta en la que vivía desde que se proclamó vencedor de la Guerra Fría, tras el colapso de la URSS a finales de 1991. El país con el servicio de inteligencia más poderoso no supo prever el terror yihadista que se cocinaba en Afganistán y el presidente George W. Bush se quedó boquiabierto, viendo como las Torres Gemelas colapsaban. Sólo entonces supo que un tal Bin Laden ordenó el atentado desde algún lugar de Afganistán y toda su ira y frustración la pagó con una invasión militar del país centroasiático.
La operación Libertad Duradera comenzó en octubre de 2001 y en dos meses ya había logrado expulsar del poder a los talibanes, aunque Bin Laden no fue abatido hasta una década después en Pakistán, el 2 de mayo de 2011. A partir de esa fecha, en la mente del presidente Barack Obama y sus sucesores, Donald Trump y Joe Biden, se instaló una frase maldita que dijo Bush hijo tras echar a Sadam Husein del poder: “Misión Cumplida”. Nada más lejos de la realidad.
4.- El terrible error de Bush que Biden no quiso escuchar. Cuando el 1 de mayo de 2003 Bush pronunció desde un portaaviones que el grueso de los estadounidenses ya podría regresar a casa, luego de haber acabado con el régimen de terror de Husein en Irak y de haber desarmado y humillado a sus ejércitos, en manos de la etnia sunita, no entendió que lo que hizo fue dar una patada en el avispero iraquí que tendría consecuencias catastróficas, ya que, de esos soldados desarmados y resentidos surgió el grupo terrorista Estado Islámico.
Con el grueso de las tropas estadounidenses en retirada, estalló una sangrienta guerra civil en Irak, con decenas de miles de muertos entre sunitas, chiitas y kurdos, y degeneró en la creación del terrorífico Califato Islámico que se extendió a gran parte de Siria.
Este escenario catastrófico fue el que le recordó a Biden el secretario de Defensa, Lloyd Austin, cuando en marzo de este año trató de convencerle de que no repitiera en Afganistán el error de Bush en Irak. El jefe del Pentágono le pidió que dejara un contingente de 4 mil 500 soldados estadounidenses para evitar que los talibanes tomaran el poder.
Fue en vano. Biden no aprendió de la historia y condenó a que ésta se repitiera en Afganistán. La maldición que persigue al pueblo afgano acaba de abrir otro capítulo negro.
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