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La huella que se perdió



¿Cuál es el mundo que queremos crear y en el que estamos envejeciendo? Hace unos días el INEGI dio a conocer las cifras del Censo de Población 2020. A pesar de la pandemia, el director Julio Santaella Castell manifestó que se cumplió en tiempo y forma con el Censo de Población y Vivienda, a pesar de la pandemia.


Las estadísticas indican que hay 15 millones de adultos mayores. El gobierno federal no está preparado para adecuar infraestructura de ninguna índole para facilitar la movilidad de este sector, que resulta ser el más afectado. Realmente el problema es grande, porque no basta con entregar un apoyo económico. Las circunstancias cambiaron y no volverán a ser iguales.


En lo que se refiere a las casas de retiro (asilos), el mayor número de personas han muerto contagiadas de Covid-19, no sólo en México: en España, Italia y otros países. En México no hay un reglamento del gobierno federal, de la Secretaría de Salud o de Protección Civil para atender las necesidades para los adultos mayores.


Se habla mucho de la ley que reglamentara la violencia en contra del adulto mayor, pero jamás se ha visto que la atención en el Ministerio Público, el DIF o la Procuraduría del Maltrato sea con dignidad. Por miedo a sus violentadores, el adulto mayor no denuncia y, casi siempre, suelen ser los familiares más cercanos.


Los tiempos de espera en las dependencia de gobierno para poner una queja son demasiado largos, durante los cuales el viejo vive momentos de humillación, de violencia y, hoy, de mucha soledad. Parecería que los viejos se vuelven invisibles.


Una de tantas cosas que padecen hoy los adultos mayores es la tecnología, no sólo por no tener acceso a ella. La nueva forma de identificarlos para muchos trámites es digital; sí, esa que hace colocar el dedo índice para registrar la huella digital, pero quienes tuvieron la idea, la creatividad de hacer esto como una forma fácil y segura de identificación, lo único que han hecho es lograr que la persona se sienta avergonzados por carecer de huellas digitales debido a la edad.


Si se requiere un pasaporte, la persona encargada pide colocar el dedo índice derecho aquí… bueno, no pasó… ponga el dedo índice de la otra mano… no pasó… y así, sucesivamente, hasta que hacen la llamada al centro de digitalización para decir “no pasa porque es un viejo” y, si te va bien, “…es un adulto mayor”.

Los trámites para una licencia de conducir, para la compra y renovación de un teléfono celular, para el banco, requieren de poner la huella digital, y las personas suelen desesperarse.

- Ay, es un viejo…

- Está deteniendo la fila…

- No sé por qué se tarda tanto…

La culpa, finalmente, no es del adulto mayor, sino de quien decidió implantar este sistema, que no funciona para los adultos mayores. Y no falta mucho para que más personas sean adultos mayores.


Si las estadísticas del INEGI no les dice que son más adultos mayores que jóvenes, que así como han perdido las huellas digitales también han perdido la vista, el oído, la fuerza para caminar y el carácter ¿cuáles serán los cambios para la atención de esas personas adultos mayores, un sector que abre oportunidades a emprendedores porque, justo en estos momentos, son muchos y serán más.


Los jóvenes piensan que los adultos mayores deben entender cómo explican las cosas, sobre todo en lo que se refiere a la tecnología, ya sea por teléfono o presencial, y la verdad me parece una forma de violencia hacia estas personas.


Sabemos que hay herramientas muy útiles en estos momentos, que han hecho la vida más fácil; pero también otras que han arruinado a niños o jóvenes. Insisto ¿cuál es el mundo que queremos crear y en el que estamos envejeciendo?


Porque ya nada será como antes, habrá que reinventarnos, pero si las estadísticas del INEGI arrojaron la cifra de 15 millones de adultos mayores, tendremos que hacer algo ya porque el tiempo no espera y cuando los “jóvenes” que ahora tienen 29 años en diez años sean censaros dentro de una década, seguramente serán considerados como adultos mayores por los cambios, sociales, económicos, sanitarios y laborales.


Se cuestionarán por qué no hicimos cambios para beneficio de nosotros mismos. ¿Acaso de verdad la tecnología los ha orillado a pensar que son las verdaderas herramientas para subsistir o tendrán que replantearse en este nuevo modo de vida tan líquido? ¿Cuál es el mundo que queremos crear y en el que estamos envejeciendo?


Porque, hoy más que nunca, no podemos pensar en un egocentrismo, el cual no nos llevará a un puerto seguro. Tenemos que observar a los adultos mayores más cercanos, ver sus aciertos y sus errores, porque sólo ellos pueden trasmitir la experiencia. En estos tiempos no hay ni un libro que hable de experiencias vividas, de orientación ante las crisis… Ellos sí. Los adultos mayores han pasado por muchas experiencias, de las cuales podemos sacar provecho por sólo escuchar y analizar… aunque dicen que “nadie escarmienta en cabeza ajena”. Pero creo que muchas veces una palabra es la llave para entender alguna encrucijada que teníamos en la cabeza o en nuestro propio disco duro.


El INEGI ahí dejó las cifras. El próximo censo se hará en diez años. Recordaremos el año 2020 con cifras inexactas en lo relacionado a las personas fallecidas por la pandemia, las cuales no concuerdan con las presentadas en las conferencias del subsecretario Hugo López Gatell Ramírez, vocero que pasará a la historia como “La mentira” que ha manejado desde el principio de la pandemia del SARS-CoV-2.


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