Redactor: Joel Charles
Katalin Karikó, la destacada investigadora húngara, ha sido galardonada con el Premio Nobel de Medicina, en conjunto con el inmunólogo Drew Weissman, por su innovador trabajo en el campo del ARN mensajero, que resultó fundamental para el desarrollo de las vacunas contra la pandemia de COVID-19. Sin embargo, su camino hacia este prestigioso reconocimiento estuvo plagado de desafíos y obstáculos que incluyeron el exilio y la indiferencia de la comunidad científica.
Nacida en Hungría en enero de 1955, en plena influencia soviética, Karikó creció en un pequeño pueblo donde las condiciones de vida eran muy modestas. Su interés temprano por la ciencia y la naturaleza la llevó a graduarse en la Universidad de Szeged con un doctorado en biología y luego a unirse al Centro de Investigaciones Biológicas de Szeged, donde se dedicó a investigar los lípidos.
Su vida dio un giro cuando conoció al químico Jenö Tomasz, quien tenía un laboratorio de ARN. Desde ese momento, su enfoque se centró en el ARN y sus efectos antivirales. A pesar de sus esfuerzos, no pudo obtener el apoyo ni el financiamiento necesario para sus investigaciones médicas en Hungría.
En 1985, decidida a seguir su pasión, emigró a Estados Unidos junto a su familia, con un pasaje de ida y sin recursos. A pesar de las dificultades, encontró un puesto como investigadora posdoctoral en la Universidad de Temple, donde participó en ensayos clínicos relacionados con el VIH.
Fue en 1989 cuando se unió a la Universidad de Pensilvania y comenzó su colaboración con Drew Weissman. Juntos demostraron que el ARN mensajero podía usarse para dirigir la producción de proteínas en las células, aunque la comunidad científica aún no reconocía plenamente la importancia de sus descubrimientos.
A mediados de la década de 1990, enfrentó obstáculos profesionales cuando su contrato en la Universidad de Pensilvania no se renovó y fue degradada en su posición. A pesar de estas adversidades, se mantuvo en su puesto para garantizar la educación de su hija y su permanencia en Estados Unidos.
Su fortuna cambió cuando conoció a Drew Weissman en 1997. Ambos compartieron un interés en el uso del ARN mensajero para estimular la inmunidad contra patógenos virales. Karikó proporcionó ARN para sus experimentos, y juntos continuaron trabajando en esta área, a pesar de la inicial incredulidad de la comunidad científica.
Finalmente, en 2005, Karikó y Weissman demostraron la utilidad del ARN mensajero sintético en la producción de proteínas virales y cómo esto podía alertar al sistema inmunológico. A pesar de sus logros, su descubrimiento pasó desapercibido para muchos científicos.
Hoy, Katalin Karikó es reconocida con el Premio Nobel de Medicina por su incansable dedicación a la investigación en ARN mensajero, que ha cambiado el curso de la medicina y ha sido clave en la lucha contra la pandemia de COVID-19. Su historia es un recordatorio de la importancia de la perseverancia y la pasión en la búsqueda del conocimiento científico.
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