Soy una persona muy curiosa, me gusta aprender cosas, no sólo de mi campo de conocimiento a nivel profesional o laboral, sino que me gusta aprender en distintos espacios que podría uno considerar ajenos, creo que eso me reta, me hace ver las cosas desde distintas perspectivas y en muchas ocasiones lo que he aprendido en otros espacios me ha servido después para mi día a día haciéndolo más rico o fácil, por ello es por lo que cada año me propongo buscar algo nuevo que aprender más allá de la academia.
Este año encontré un taller de panques, la verdad es que si hay algo que me gusta es cocinar, yo soy esa persona que siempre está buscando nuevas recetas y anda haciendo experimentos en la cocina, pero nunca había tomado una clase como tal, así que decidí ponerme el delantal y lanzarme a la aventura.
Siempre he pensado que existen grandes aprendizajes para la vida en los procesos y magia que surgen de la preparación de alimentos, y en este taller me cayeron muchísimos veintes que me encantaría compartirles, pero iré poco a poco, a fuego lento dirían.
Después de presentarse la maestra nos pide que nos presentemos y que compartamos nuestra intención al tomar el taller, yo pensé en este principio que tengo de “todos los años aprender algo diferente distinto a lo académico” pero ella se refería a otra cosa (quizá a un tema más espiritual), así que repitió la pregunta ¿cuál es la intención de tomar este taller? ¿qué intención le pondrás al preparar tus panques?
¡Zaz! ¿qué intención le ponemos a las cosas que hacemos cuando las hacemos? La verdad, si fuéramos observadores y sinceros, nos daríamos cuenta de que a la mayoría de las acciones sólo las realizamos como en automático, porque “hay que hacerlas”, “porque si no las hago yo nadie las hará”, “por que siempre se hacen así”, etc., etc., etc., como quien dice “por rutina”, casi que en “automático”.
Un día en un letrero en una cafetería leí “al tomar tu taza de café, antes del primer sorbo ponle la intención que desees para ese día, puede ser felicidad, alegría, bienestar, lo que tu quieras”. Me gustó mucho esa idea. La pregunta de la intención del taller era la misma, ¿qué intención le ponemos a las cosas que hacemos?
Esta comida que preparo para mi familia es para … Este mensaje que envío a mis amigas es para … El trabajo que realice hoy en mi oficina es para … vamos más allá del para alimentarlos, para saludarlas, para ganar dinero, si pudieras “aderezar” tus acciones con otras “intenciones” ¿cuáles pondrías?
Quizá podríamos empezar por preguntarnos ¿para qué voy a hacer x o y cosa? Y de ahí explorar que sale con la respuesta.
Tengo una amiga que siempre me dice “todo hazlo para tu mayor disfrute”, amo esa expresión: “Preparo los alimentos para mi familia para mi mayor disfrute y el de ellos”, eso suena fabuloso y sin duda le da otro sentido totalmente distinto a meterse a la cocina.
¡Inténtalo! ¿Para qué haces lo que haces?
¡Sacúdete! del “hacer por hacer”, de esa rutina en la que perdió el sentido de los actos, recuerda por qué empezaste a hacer aquello que haces y si pudieras darle una intención que te dejara más satisfecho, con el corazón más feliz.
¿Qué intención le pongo hoy a mi día? ¿Diversión? ¿ilusión? ¿misterio? ¿aprendizaje? ¿amabilidad? ¿tranquilidad? ¿gozo? …
Por supuesto que no bastan las buenas intenciones para que las cosas sucedan de la mejor forma, pero eso es otro tema.
Y tú, ¿con qué nuevas intenciones podrías sazonar tus acciones?
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