Redacción José Manuel Rueda ANCOP
Los besos románticos siempre generan polémica. Pero hay que admitir que son una forma de transmisión, antes y ahora, de patógenos que enferman a veces severamente a la gente. Se sabía que la cepa del virus del herpes que causa llagas en los labios, llamada HSV-1, surgió en África hace más de 50 mil años, pero acuerdo con información publicada en Science Advances perteneciente a Science Magazine, el 27 de julio, su origen fue mucho más reciente: hace unos 5 mil años, en la Edad del Bronce.
Esto puede deberse a los cambios en las prácticas culturales durante la Edad del Bronce, incluida la aparición de los besos romanticos, lo que pudo haber influido en el ascenso meteórico del HSV-1.
Este hallazgo, y otros, se deben al ADN de dientes antiguos de personas europeas, lo que ha revelado una muy larga convivencia con el herpes, por lo que "es importante estudiar el ADN antiguo para que podamos comprender estas experiencias pasadas y mantener a las generaciones futuras a salvo de las epidemias", a decir de la bióloga arqueo molecular de la Universidad de Tartu en Estonia, Christiana Scheib, autora principal del estudio.
La capacidad para proteger las moléculas biológicas de la degradación, hacen de los dientes cofres del tesoro para el ADN antiguo. Los científicos han utilizado tecnologías de secuenciación cada vez más potentes en esta década para reconstruir los genomas de humanos y animales muertos en tiempos remotos utilizando el ADN que se encuentra en sus dientes; se refiere que el más antiguo es un mamut que murió hace 1.6 millones de años.
Los molares, incisivos y similares tienen vasos sanguíneos en sus raíces, por lo que se convierten en depósitos de cualquier patógeno (bacterias y virus) que se esté moviendo a través del torrente sanguíneo en el momento de la muerte.
Esto abrió el estudio de enfermedades antiguas a “un tipo de conocimiento completamente diferente al que podríamos haber accedido antes”, comentó Martín Sikora, investigador de genómica antigua en la Universidad de Copenhague en Dinamarca.
Esta evidencia molecular ha ayudado a determinar cuándo y dónde estaban los patógenos en un momento dado. Por ejemplo, en 2013, los científicos utilizaron ADN de dientes para confirmar que la peste de Justiniano -que se extendió por el Mediterráneo y el norte de Europa en el siglo VI-, fue el primer brote importante de la bacteria de la peste Yersinia pestis.
En junio de este año, también gracias al ADN de dientes, un grupo diferente de investigadores informó que la cepa de Y. El pestis que provocó la Peste Negra que diezmó a más del 60 por ciento de la población en algunas partes de Eurasia en el siglo XIV, probablemente evolucionó en el actual Kirguistán.
En cuanto los patógenos menos mortales, como la cepa del herpes oral que ha infectado a cerca de dos tercios de la población mundial menor de 50 años en la actualidad, el hallazgo fue prácticamente una serendipia, pues Scheib y sus colegas buscaban en 2016 rastros de Y. pestis en un diente de 600 años de antigüedad de una adolescente que murió en el Hospital St. John en Cambridgeshire, Reino Unido, cuando se toparon con secuencias genéticas que parecían coincidir con las de VHS-1.
Hasta ese momento el genoma del herpes más antiguo registrado se aisló de alguien que vivía en Nueva York en 1925, por lo que el descubrimiento llevó a Scheib y sus colegas a buscar signos de herpes en otros restos. El equipo necesitaba encontrar personas que hubieran muerto con infecciones activas. Cabe aclarar que HSV-1 pasa la mayor parte del tiempo escondido en el sistema nervioso de su huésped, pero en momentos de estrés, el virus se mueve en el torrente sanguíneo y estalla en “herpes labial”.
Finalmente encontraron y extrajeron el ADN del herpes de los dientes de tres personas incluida la adolescente enterrada en el siglo VI en las afueras de Cambridge, Reino Unido. Al evaluar las mutaciones genéticas entre los cuatro genomas antiguos y compararlas con las cepas modernas de HSV-1, dedujeron que todos tenían un ancestro común que apareció hace unos cinco mil años. Aunque circulaban diferentes versiones del herpes, dice Scheib, la evolución de HSV-1 los superó sin miramientos.
El HSV-1 surgió durante un periodo de intensa migración durante la Edad del Bronce, cuando podría haberse colgado de las personas que se mudaron a Europa desde las praderas esteparias de Eurasia, aunque también pudo extenderse con la creciente práctica de los besos románticos, que se inventaron hace unos tres mil 500 años en el subcontinente indio y probablemente se adoptaron más tarde en Europa, durante las campañas militares de Alejandro Magno en el siglo IV.
El estudio puede consultarse en doi: https://doi.org/10.1038/d41586-022-02246-1
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