Redacción Frida
A pesar de estar cerrada al público por tres décadas, la cueva Cliff en el condado de Saint Louis, Misuri (Estados Unidos), ha revelado concentraciones alarmantes de microplásticos en su agua y sedimentos.
El descubrimiento, liderado por la doctora Elizabeth Hasenmueller de la Universidad de Saint Louis, demuestra la profunda infiltración de estos contaminantes en el medio ambiente, incluso en zonas presumiblemente intactas por la actividad humana.
El equipo de Hasenmueller utilizó la cueva como un ambiente aislado para investigar la penetración de los microplásticos en los sistemas acuáticos subterráneos. Este hallazgo en un lugar remoto y aislado es especialmente inquietante, dado que estos fragmentos de plástico ya han sido detectados en lugares tan distantes como montañas y nubes, y han demostrado su capacidad de ingresar en nuestros cuerpos.
A pesar de la clausura de la cueva en 1993, su cercanía a zonas residenciales ha facilitado la filtración de microplásticos. Las pruebas indican que la mayoría de estos, el 99 %, se encuentra en los sedimentos, sugiriendo una acumulación a largo plazo. Durante el flujo de base, se contabilizaron 9,2 microplásticos por litro, cifra que se elevó drásticamente a 81,3 durante inundaciones.
Los sistemas kársticos, caracterizados por su formación de cuevas y rápida circulación de agua, son particularmente vulnerables. La Dra. Hasenmueller ha enfatizado la necesidad de abordar la amenaza que representan los microplásticos para la fauna de las cuevas y la urgencia de replantear el uso de productos como la ropa sintética, importante fuente de estos contaminantes.
La investigación recalca la necesidad de explorar más a fondo los ecosistemas subterráneos y adoptar medidas preventivas para resguardar estos espacios naturales, garantizando la protección de las especies que en ellos habitan y su sostenibilidad a futuro.
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