Antonio Gamboa Chabbán
Intentamos hacernos fuertes para continuar nuestro camino, sin embargo, lo que nos mostró la crisis de salud que vivimos en 2020-2021, que comenzó en China justo a finales del 2019 y que poco a poco se fue extendiendo por todo el mundo, es que somos sumamente frágiles.
La fragilidad de nuestro organismo, cuyo funcionamiento fisiológico puede estar en todo o en parte condicionado por padecimientos previos, la realidad es que no era necesario tener diabetes, hipertensión o alguna inmunodeficiencia para inevitablemente postrarse en un escenario de desenlace fatal. Está comprobado que personas sanas, sin adicciones como el tabaquismo y sin haber presentado algún padecimiento crónico de manera previa, se vieron afectados en su salud, inclusive algún porcentaje de muertes se registraron en todo el mundo, sin haber presentado previamente algún padecimiento o alguna condición de vulnerabilidad en la salud general.
En los primeros momentos del mes de marzo de 2021 en nuestro país, la sorpresa nos llevó a infundir empatía en nuestros círculos sociales, sin embargo, el paso de los días, de las semanas, se convirtió de manera irremediable en la normalización de la pandemia en nuestras vidas, con un funcionamiento irregular de la economía y todo lo que implicó.
La fragilidad de la condición social que hizo salir a miles o millones a buscar la supervivencia porque la realidad de muchas personas en este país es que, si no ganas, no comes.
La fragilidad del poder que entraña inclusive la posibilidad de llegar a perder el poder.
La fragilidad frente a la naturaleza que desnudó a muchas familias perdiendo todo su patrimonio. La fragilidad de la cotidianeidad.
La fragilidad de la economía, tanto en el ámbito nacional, como estatal, familiar, personal, no había liquidez y en todo caso, si alguien tenía dinero era para administrarlo porque no se podía saber bien a bien cuánto tiempo nos mantendríamos en condición de vulnerabilidad.
Empresas cerraron y con ello la pérdida de cientos o miles de empleos y muchas otras operaron bajo nuevas condiciones de ingreso (más bajo) para sus empleadas y empleados. Empresas Públicas en números rojos nos mostraron con preocupación la fragilidad del Estado Mexicano.
Escándalos de corrupción, escándalos políticos, dimes y diretes, verdades y mentiras, ya todo fue tan normal.
Somos frágiles en nuestra salud mental, porque la afectación del “encierro”, la saturación de contenidos en redes sociales, la falta de contacto con los seres queridos, la distancia, la falta de recursos en muchos otros casos, la pérdida de seres queridos en la distancia, de amigas y amigos, nos transformaron, nos generaron una añoranza de lo que valía la pena en nuestra vida y que, a partir de los efectos de la pandemia en nuestras vidas, muchas personas procuramos modificarlo.
Es tan frágil nuestra vida, tanto que el mundo se detuvo en un momento del 2020 y del 2021 e irremediablemente transformó vidas, planes, sueños, viajes, ingresos y realidades, la fragilidad fue aún mayor al no saber cuándo estaríamos en condiciones de regresar a la actividad cotidiana. Si la distancia y el cubrebocas hubiesen solucionado el problema, de manera casi inmediata el mundo hubiera funcionado habitualmente.
Fue tan frágil nuestra vida, que en muchos casos no asimilamos todo lo que pasó en tan poco tiempo y ahora, después de más de tres años de haber entrado en ese momento, celebramos la vida, porque hoy más que nunca somos conscientes que ahora estamos y que los planes y los sueños si no se viven ahora, se apagan para siempre.
Nos hemos dado cuenta de que no debemos esperar a que lleguen las fiestas de fin de año para expresar nuestros buenos deseos de salud, de amor y prosperidad a quienes nos rodean y a nuestros lectores, que los conflictos deben tener tregua permanente, porque con la idea de hacernos fuertes en la distancia, se van apagando vidas y sueños en absoluta fragilidad.
Antonio Horacio Gamboa Chabbán
Maestro en Derecho Político y Administración Pública
Comentarios