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El síndrome del corazón roto

Redacción Joel Alejandro Mendoza Charles

Todos en algún punto de nuestra vida hemos experimentado la magia del amor, por algo o alguien; cuando esa magia se rompe, se suele usar la expresión “me rompiste el corazón” y podría quedarse en eso nada más, pero no debe tomarse tan a la ligera, ya que puede tener consecuencias en la salud.


El síndrome del corazón roto se produce cuando las personas experimentan un aumento repentino en las hormonas como las del estrés o la adrenalina, pero también cuando se presentan emociones extremas, cuando ocurre una ruptura amorosa, eso provoca mucho dolor emocional.


Claro que es muy poco probable que unos cuantos fracasos en el amor desaten este síndrome del corazón roto, al cual también se le conoce por otros nombres como: miocardiopatía por estrés, miocardiopatía de takotsubo, miocardiopatía de takotsubo recurrente o síndrome de abombamiento apical.


Los síntomas pueden parecerse a los de un ataque cardiaco, pero entonces… ¿Qué es lo que distingue a uno del otro? Los ataques cardíacos generalmente se producen por una obstrucción total o casi total de una arteria del corazón. En el caso del síndrome del corazón roto, las arterias del corazón no presentan una obstrucción. Sin embargo, es posible que disminuya el flujo sanguíneo en estas.


Si el hecho de que te lleves decepciones amorosas no es un factor primordial, ¿entonces cuáles son sus complicaciones? bueno, pues la mayoría de las personas que presentan el síndrome del corazón roto se recuperan rápidamente y no muestran efectos duraderos. Pero, a veces, la afección se vuelve a presentar. Esto se llama miocardiopatía de takotsubo recurrente. En raras ocasiones, puede causar la muerte.


Para prevenir, los médicos recomiendan principalmente hacer ejercicio y evitar situaciones de estrés extremo de manera constante, si eso es inevitable, también proponen el uso de beta bloqueadores o medicamentos similares. Hasta ahora, es un síndrome del que todavía no se sabe mucho, pero un trabajo publicado en la revista European Heart Journal sugiere que la forma en la que nuestro cerebro reacciona al estrés puede ser la clave.

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