Por Ricardo Burgos Orozco
La sonorense Ana Gabriela Guevara Espinoza brilló como atleta. Fue campeona mundial en 2003 y medallista de plata en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 dentro de la prueba de los 400 metros planos. Es considerada una de las 10 mejores velocistas de la historia. Nadie le puede discutir sus logros en el deporte.
Desafortunadamente, como dirigente deportivo ha dejado mucho que desear desde que fue nombrada, primero directora del Instituto del Deporte del Distrito Federal en 2008 y años después, en 2018, presidenta de la Comisión Nacional de Educación Física y Deporte en 2018, por parte del actual presidente Andrés Manuel López Obrador.
En lo que se refiere a resultados deportivos, Guevara ha pasado sin pena ni gloria porque durante sus casi seis años de su gestión México no ha avanzado, más bien se ha estancado y la dirigente se ha peleado con un buen número de atletas como sucedió con las integrantes de natación artística a quienes, ante la falta de apoyos económicos, les llamó deudoras y mentirosas; además, les conminó a vender calzones, trajes de baño, Avon o Tupperware para conseguir dinero y pudieran ir a las competencias que deseaban.
Dijo que les entregó 40 millones de pesos y no los han justificado; “se hacen las víctimas sólo por llamar la atención”, señaló alguna vez ante los medios. Y agregó que nunca las mandó a vender nada y aseguró que tampoco es un insulto porque ella también vendió lo que pudo en su tiempo por la falta de apoyos.
Ana Gabriela Guevara le quitó sus becas a todo el equipo de natación desde enero del año pasado con distintos argumentos. Afirmó, por ejemplo, que el presupuesto de la Conade le impedía apoyar a los atletas. Según ella, nunca les dio la espalda porque les explicó detalladamente la situación, pero nunca entendieron y le armaron un escándalo.
Según la exvelocista, en París los deportistas mexicanos iban a superar las expectativas de medallas y mejorar lo conseguido en Tokio 2021, donde nuestro país obtuvo cuatro medallas de bronce. En los Juegos Olímpicos que concluyeron el domingo 11 de agosto, fueron cinco medallas, tres de plata y dos de bronce, en judo, dos en clavados, boxeo y tiro con arco.
Lo lamentable es que nuestra representación olímpica la hemos considerado como una generación espontánea en la historia nacional, que las preseas no llegan por una estrategia nacional, sino producto de la casualidad o del esfuerzo individual de los atletas como sucedió con la competidora de judo en París, Prisca Awiti, a quien nadie tenía en su radar como medallista y gracias a su esfuerzo y dedicación pudo lograrlo. Por cierto, las únicas veces que vimos a la Ana Gabriela Guevara en París, fue comiendo en un restaurant de lujo.
Lo peor es que la medallista olímpica ni siquiera pudo fomentar la especialidad que le dio fama y su reconocimiento; el atletismo nacional ha desaparecido prácticamente de los buenos resultados en competencias internacionales. Se acabaron las épocas de los buenos marchistas, los corredores de fondo y medio fondo mexicanos y ya no ha vuelto a surgir alguien con marcas respetables en carreras de velocidad en pista como la misma Ana Gabriela.
Guevara se ha olvidado de planear, de sentar bases para dar mejores resultados, de proyectar el deporte para el futuro. Le falta a ella misma preparación ejecutiva adecuada; se confirma con ello que no siempre un buen deportista es un buen dirigente. Sin embargo, se ha mantenido todo el sexenio, pese a sus fallas, a sus declaraciones imprudentes. a la falta de apoyo para los deportistas y a las acusaciones de corrupción contra ella.
La presidenta de la Conade ha declarado que su conciencia está tranquila y que la historia la juzgará. Como dijera alguna ocasión Juan Gabriel, el famoso cantautor mexicano: lo que se ve no se juzga.
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