Por Deborah Buiza
Es relativamente sencillo darse cuenta cuando estamos en presencia de personas tóxicas, esas personas que su forma de ser nubla cualquier ambiente y cuando se van hasta se respira mejor, pero todos en algún momento nos comportamos de formas que impactan negativamente a los que nos rodean y al ambiente en el que estamos, ¿te das cuenta de cuando eres tú el que enrarece las situaciones y tus relaciones?
Todo lo que hacemos tiene un impacto, a veces con increíbles o funestas consecuencias, otras veces es casi imperceptible pero a lo largo del tiempo es como la gota que cae encima de la piedra, la desgasta hasta que la rompe, con nuestras relaciones pasa lo mismo, todo lo que hacemos tiene una repercusión en nuestro entorno y en quienes están a nuestro alrededor.
¿Te has percatado del impacto que tiene tú forma de ser en los que te rodean? ¿Te has fijado si hay alguna forma de comportarte que genera caos a tu alrededor?
¿Notas que sucede cuando te pones necio, caprichoso o berrinchudo? Y es que en ocasiones sólo pensamos en lo que nosotros queremos y olvidamos medir los efectos de nuestras “peticiones”, nos olvidamos que los demás tienen sus propias agendas.
A veces tomamos decisiones alocadas o le "pedimos" cosas a las personas sin considerar lo que se requiere satisfacer esa petición y después nos sorprendemos de los resultados. Preguntarse si lo que se está solicitando es realmente necesario, con la urgencia que se está requiriendo, si se está pidiendo de manera amable y si estamos abiertos a escuchar algunas otras propuestas de solución (sobre todo si los otros están profundamente implicados en el proceso y son los principales afectados) e incluso estar dispuestos a aceptar una negativa puede ser un excelente ejercicio.
¿Te das cuenta cómo respondes cuando andas de mal humor, cuando no has dormido o comido? ¿En qué momento te pasas al lado oscuro y te vuelves el ser más “quejiche” y criticón de la comarca? Sí, hay un momento en el que todos nos volvemos seres desagradables, utilizamos nuestros prejuicios y nuestros peores modales.
Y no es que uno ande con la preocupación constante de la reacción de los demás pero si vale la pena ser más consciente de nuestro comportamiento, monitorear nuestro estado anímico, observarnos y en caso de ser necesario tomar medidas antes de explotar innecesariamente.
Sal del lugar en el que estas, toma aire, bebe un sorbo de agua fría, respira un aceite esencial de lavanda o de mandarina, recuerda tu meme o chiste favorito, escucha tu power song, identifica que te pone de vuelta en tu mejor estado, tenlo a mano como el kit de emergencia y aplícalo antes de desbordarte.
Vale el esfuerzo ser amable, considerado, empático y respetuoso, tratar a los demás como les gustaría ser tratados y evitar hacerles lo que no nos gustaría recibir, vale la pena ser luz brillando en medio del caos.
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