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Educarnos para no sucumbir a la negativa maquinaria mediática

Por: Fernando Silva

Al leer un diario o semanario, al ver el apartado de noticias en la televisión, al escuchar los noticieros de la radio o revisar algunos sitios con información en la red de redes que conecta a todas las computadoras y dispositivos «inteligentes» en el mundo, se extiende un inquietante estremecimiento al confirmar la cada vez más violenta y hasta mortal interacción de la especie humana —que de acuerdo al pensamiento evolucionista— debería lucirse por conceder grandeza y digno valor a las capacidades para sentir y profesar afecto, respeto, empatía, comprensión y solidaridad hacia todo ser viviente.


De tal circunstancia, el rol de buena cantidad de medios masivos de comunicación ha sido señalado —desde el siglo pasado— como parte importante en la adhesión de una sociedad a determinadas tendencias ideológicas, políticas o de otro tipo, y que lamentablemente no se enfocan al imperioso bien común, por lo que las investigaciones realizadas sobre cómo conciben su realidad a partir de un conjunto de ideas que difunden, se traduce funestamente en alarmantes armas de manipulación masiva. De esta manera, controlan la información y atraen a la opinión pública hacia los intereses de autoritarias élites económicas y políticas.


La esencia de tal manipulación reside en el control de los arquetipos sociales y del valor de la palabra que determina una hegemonía capitalista neoliberal con sus procedimientos de cohecho, estratagemas y métodos fear-then-relief (de miedo-alivio) transformando, a base de porfiar sus ambiciones como «verdades absolutas» aunque no lo sean, con la inicua intención de conquistar a la parte vulnerable de las sociedades para que actúen dócilmente a lo que conspiran esos grupos de ominosa auto supremacía. En esa derivación socialmente globalizada en predilecciones económicas y que no admiten interpretación, se experimenta un amargo dominio por la fuerza y/o violencia, concentrando el señorío que reprime —en términos culturales e informativos— los derechos humanos y las libertades individuales.


Las ponderaciones que esgrimen para hacer «cambios» no lícitos para el logro de sus mordaces objetivos, además de las esquemáticas y ambiciosas alteraciones con explícitos e indecorosos fines, van desde el engaño flagrante hasta la omisión de información veraz, pasando por las verdades a medias, la propagación de rumores y hasta las mentadas Fake News, así como el uso de la descontextualización, la generalización y la desorganización de contenidos, interviniendo, adulterando y monopolizando el lenguaje utilizado en cuantiosos medios de «información» y, en diversas formas, el uso de eufemismos tienen por objeto entre otros aspectos el contener la revelación de brutales conflictos armados, el impulso de sanos valores ético-sociales y de saludables liderazgos democráticos, para que las conflagraciones se muestren como un mal menor en lugar de las calamidades que son.


Por lo expuesto en los párrafos anteriores, retomamos la importancia de la educación en las costumbres y normas que se consideran generosas para orientar el proceder de las personas y para afianzar el hacer conciencia en bien común, también el de enseñar desde la educación básica hasta la formación profesional, basándose en el entendimiento y el conocimiento. Sobre esta homología, surgen razonados argumentos en torno a las diferencias: Educar involucra a los valores culturales, en ese sentido, la familia dispensa el ejemplo como experiencia y guía para obrar moralmente en lo sucesivo. Formar a los alumnos, es prepararlos intelectualmente y profesionalmente con ética para que se desempeñen con alta capacidad y calidad humana en bien personal y de la sociedad que los ampara. Entonces, educar es «más general» mientras que formar es «más específico».


A partir de este entendido, es posible observar algunas particularidades. La tan sonada «crisis en la educación» apela al honesto y sincero diálogo entre las generaciones involucradas. El intercambio entre infantes, jóvenes y adultos, así como el uso de nuevas formas de lenguaje que trasponen a los dos primeros y que suelen instalar un susceptible contexto entre quienes transmiten su pasado dando lugar al presente y quienes arriban al presente con la proyección de su futuro, por lo que la «crisis» es más un brete en la transmisión de los argumentos y de la eficacia discursiva. De esta manera, es sensato suscitar dilucidaciones que manifiesten respeto y afecto para que las discrepancias se solventen de la mejor manera.


Partiendo de tan importante conciliación en las relaciones familiares y sociales, la proba educación debe formar parte importante de la cultura de toda sociedad, ya que las transformaciones provocadas por el consumo de negativa información y de intereses creados, nos lleva a enviciar cada vez más nuestra desequilibrada convivencia, e invariablemente, a irrespetar los ecosistemas y consolidar la degradación de los recursos naturales afectando nuestra calidad de vida.


Necesitamos estar facultados para poder tomar decisiones coherentes con guías de vida respetuosas hacia el medio ambiente, la diversidad de culturas y de todo ser viviente; debemos poseer conocimientos que nos permitan defender nuestros derechos humanos, en el entendido de que esas prerrogativas también les pertenecen a nuestros semejantes.

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