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Dibujar acrecienta el bienestar personal



Por: Fernando Silva


A todos nos gusta dibujar y, por supuesto es un placer que podemos llevar a cabo, ya que si sabes escribir tu nombre o hacer líneas rectas y curvas, entonces puedes bosquejar o garabatear algo, por lo que una vez que se experimenta el divertimento terapéutico de trazar una forma, puede surgir el descubrimiento creativo, así como el mejorar y realzar el bienestar físico y mental en cualquier etapa de la vida. Obviamente —y por razones que tienen que ver con el amparo al gremio de autores de las expresiones estéticas— es algo más que recomendable acudir con un profesional en activo y con demostrada capacidad, con la intención de que pueda brindar las técnicas necesarias que faculten el perfeccionamiento de los dibujos, además, de que con ello se fortalece la educación visual y emocional; siendo posible identificar, regular y transmitir de mejor manera las percepciones y sentimientos al participar expectantes en aquello que está ocurriendo delante de nosotros. Consecuentemente, el dibujo no se reduce a una mera habilidad manual, sino que comprende el entrenamiento de las habilidades de motricidad fina; potencia la observación y la atención; nos permite expresar nuestros pensamientos sobre un tema empleando argumentos sólidos que prueben y convenzan lo que se afirma o se niega; se potencia la habilidad de crear —cognitivamente— escenas mentales que no están presentes en el campo perceptivo de quien las articula, por lo que en reciprocidad, ésta proporciona generoso ímpetu para producir piezas estéticamente miríficas.


Tener en cuenta que la práctica del dibujo tiene la característica de permitirnos

integrar diversas funciones mentales y motrices. De hecho, sus principales beneficios se pueden sintetizar de la siguiente manera: Nos permite expresar diversas experiencias simbólicas como los sueños, fantasías y representaciones del pasado, sin tener que traducirlos a palabras, pudiendo transformar, revivir y/o darles otro significado; concebimos un resultado espontáneo, tangible, con un objetivo esteticista que se relaciona con el mundo interno, como una proyección de la experiencia de vida; es catártico, ya que estimula la liberación intensa de emociones previamente contenidas, favoreciendo el abordar situaciones complicadas sin experimentar desmedida ansiedad; las polaridades ideológicas se presentan en el proceso con asiduidad, que en sano juicio se fusionan en grata solución; se relacionan los sentimientos e impulsos internos con las impresiones externas, descubriéndose a sí mismo y a su entorno desde una perspectiva innovadora; trazar una imagen conlleva —si se realiza una práctica constante que proporcione conocimiento y destreza— el reavivar los sentimientos o circunstancias que se tuvieron, tan sólo con mirar la pieza; la manifestación de pensamientos en bien común se ve fortalecida, promoviendo así ideologías que contribuyen al bienestar en general, las acciones éticas y la sana inclusión del mundo externo al interno; disminuye las tensiones y relaja las malas conductas... expandiéndose de manera pródiga a otras áreas en la vida como la convivencia con nuestros seres queridos. En definitiva, dibujar es gratificante en sí, lo que otorga prosperidad a nuestra capacidad de pensar y proceder con decoro y, con ello, de comprender y respetar conscientemente a todo ser viviente, a los ecosistemas y al planeta que habitamos.

En consecuencia, al elevar nuestra voluntad hacia el bien común nos substraemos de egoísmo, envidia, soberbia, avaricia, ira… con el justo propósito de cooperar en el bienestar común y del planeta Tierra; de la dignidad; la libertad de pensamiento y de expresión; en la unidad e igualdad —al que debe referirse todo aspecto de la vida personal, familiar y social— así como ubicarnos en plenitud mental, paz interna y con un mejorado sentido de la vida. En concreto, el bien hacer es un acto fundamental y transcendental de todo ser humano como valor-objeto de su ética y moral. Pongamos tan sólo tres destacables propiedades de la esencia de actuar en el bienestar general: a) no excluye al bien particular, b) si lo justo para todos es que cada uno pueda disponer de un bien privado, debe incluirlo también el bien común en cuanto que es apropiado para todos, de tal modo que a nadie se le consienta perjudicar a la humanidad y a otras especies animales y vegetales, c) la clasificación del bien particular al bien común se basa en el valor superior de éste, no por ser más extenso al ámbito hacia el que puede dispersar sus beneficios, sino por transformarse en algo equitativo, razonable, honrado y meritorio a cada persona.


Aquí la importancia de la educación desde los hogares —como práctica de la libertad— nos lleva a examinar nuestra participación en sociedad, así como la trascendencia de decidir por nosotros mismos, como la base de las múltiples posibilidades de ser que tenemos todos. Por lo que los esfuerzos deben orientarse a posibilitar la capacidad de decisión, esto, simplemente puede lograrse con buena enseñanza, cultura y por nuestra capacidad de pensar libremente y, así, orientar razonadamente las soluciones que generamos día a día. En ese sentido, las alternativas de cambiar las relaciones basadas en la enajenación, sin dogmatismos ni sectarismos —en bien de sociedades democráticas, inclusivas y de reconocimiento de la pluriculturalidad y de la diferencia como características de la existencia— se torna como un importante y necesario motor de la esperanza y de transformación social ontológica.


Con ese objetivo, el bienestar de todos —como proceso dialéctico— lleva una interpretación del ser que permite formular la viabilidad del cambio hacia vínculos personales y sociales cualitativamente mejores, que superen las relaciones tóxicas que entorpecen el uso de la razón o de los sentidos. Por consiguiente, la preponderancia del bien común respecto del bien particular es, ante todo extensiva, y sólo en virtud de ello es mejor, más intensa que el bien particular, y por eso se extiende a un mayor número de beneficiarios, de un modo análogo a cómo el grupo de los cuerpos iluminales es tanto más abundante cuanto más intensa es la luz.


Estimado lector, así como la energía del astro rey hace visibles los objetos, el conocimiento esclarece nuestra reflexión racional y experimental; factores de suma importancia para elevar nuestra calidad de vida sin alterar negativamente la de nuestros semejantes, además, de que ampara la eficacia en la intencionalidad expresiva al momento de dibujar.


La columna de hoy, por #FernandoSilva.

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