FUENTE: EL ECONOMISTA
La esclavitud moderna se ve de muchas formas, el trabajo infantil es una de las más comunes en México. Cerca de 3.7 millones de menores de entre cinco y 17 años están trabajando, la mayoría en malas condiciones, con jornadas largas y bajo esquemas que limitan sus derechos básicos.
El 1 de febrero del 2024 las autoridades mexicanas rescataron a 18 menores de edad que eran víctimas de explotación laboral infantil en el municipio de Salvador Escalante, Michoacán. Los menores realizaban actividades agrícolas en una huerta de arándanos.
La esclavitud moderna se ve de muchas formas, el trabajo infantil es una de las más comunes en México. Cerca de 3.7 millones de menores de entre cinco y 17 años están trabajando, la mayoría en malas condiciones, con jornadas largas y bajo esquemas que limitan sus derechos básicos.
Cada 12 de junio se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil como un recordatorio de lo necesario que es erradicar esta problemática; que impacta negativamente la niñez y adolescencia en las comunidades más vulnerables.
México ha firmado convenios internacionales en los que se compromete a reducir y eliminar el trabajo infantil, pero no lo ha logrado. Las desigualdades estructurales están estrechamente ligadas con la explotación de menores en el mundo laboral; especialmente en zonas rurales, entre la población migrante y el sector agrícola.
Las cifras sobre el trabajo infantil en México son preocupantes. Aunque la mayoría de los menores de edad que trabajan son adolescentes, existe un número alarmante de niños pequeños en esta situación.
Del total de menores en situación de trabajo infantil casi 400,000 tienen apenas de cinco a nueve años; 1.5 millones tienen entre 10 y 14 años y los 1.8 millones restantes son adolescentes de 15 a 17 años, según cifras de la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI 2022) del Inegi.
Para los niños se observa que la mayoría se ocupan en actividades no permitidas, mientras que para las niñas la principal ocupación son los quehaceres domésticos en condiciones no adecuadas.
En México, particularmente, otra de las cifras agobiantes es la duración de las jornadas laborales que enfrentan los menores de edad. Según la ENTI, el 15% de los menores en situación de trabajo infantil laboran más de 48 horas a la semana; este nivel es incluso superior a lo que permiten las leyes para los adultos.
Además de la salud física y mental de los menores, el trabajo infantil impacta de manera importante en el nivel educativo de la población, desde un rezago en la escolaridad hasta el abandono total o parcial de los estudios.
En México tres de cada 10 niñas, niños y adolescentes en situación de trabajo infantil no asisten a la escuela. La inasistencia escolar se presentó en 42.7 % de los niños y en 32.8 % de las niñas, según datos de la ENTI.
¿Qué es el trabajo infantil?
De acuerdo con la OIT (Organización Internacional del Trabajo) el trabajo infantil comprende “toda la actividad laboral que los niños son demasiado jóvenes para realizar y/o el trabajo que, por su naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños”.
En el trabajo infantil se excluyen las tareas ligeras que están permitidas para los menores, así como el trabajo de cooperación que realizan en sus hogares (siempre que no sea excesivo o peligroso para su integridad y salud).
¿Por qué es un problema estructural?
Si se observan los datos y las investigaciones sobre el trabajo infantil en México, y en el mundo, quedan expuesta las condiciones y los contextos en los que se da esta problemática: entre la población más pobre, en regiones rurales, en comunidades migrantes e indígenas.
Para los casos en los que el trabajo infantil también involucra la trata de menores también se observa que los sobrevivientes son, con frecuencia, personas con vulnerabilidad social y económica.
La OIT ha destacado cómo la prevalencia del trabajo infantil baja en medida que avanza el desarrollo humano. En los países de ingresos altos solo el 2.9% de los menores trabajan, mientras que en los países de ingresos bajos esta proporción crece hasta 10 veces, alcanzando niveles del 24.8 por ciento.
Aunque el trabajo infantil no es un problema exclusivo entre las poblaciones pobres o marginadas sí existe una correlación entre estos factores. Por ello se considera un problema de estructura y para el que hay que incentivar políticas públicas de inclusión e igualdad de manera transversal.
La OIT señala que “la mayoría de los niños que trabajan lo hacen porque sus familias dependen de su salario, de lo que producen o del trabajo doméstico que realizan (incluido el trabajo no remunerado, a menudo realizado por las niñas) para llegar a fin de mes. Las crisis económicas del hogar y la pérdida de uno de los padres o tutores pueden incrementar las probabilidades de que un niño tenga que trabajar”.
En este sentido también se resalta el potencial que tienen las transferencias directas del gobierno hacia las familias para eliminar el trabajo infantil desde la prevención.
La protección social universal, entonces, es fundamental para erradicar el trabajo infantil en todas sus formas. Garantizar a la niñez una vida sin violencia dentro y fuera del hogar, la educación, la salud y la recreación es indispensable en este camino.
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